Tal vez ustedes ya hayan visionado el excelente film de Carles Bosch, en todo caso y para los que todavía no hayan podido ir a verlo, ahí va mi recomendación. No se lo pierdan. Aunque les advierto que no es un film fácil y que saldrán impresionados.
La enfermedad maldita del Alzheimer no es materia ligera de digerir para nadie y si quien lo explica, a través del director Carles Bosch, es un afectado como Pasqual Maragall, menos todavía.
Superen miedos atávicos y vayan a verla. Seguirán al enfermo y a su familia durante un periplo de dos años, durante los cuales la enfermedad empieza a afectar duramente la vida del personaje y de su entorno.
Verán la reacción de un tipo que juega duro y se lanza a una lucha en la que sabe que va a caer, pero de la que se siente triunfante finalmente por que la enfrenta y porque crea las condiciones científicas, técnicas y organizativas para superarla. Después prémiense con una buena cena o una copa bien servida. Tendrán que recuperarse.
Carles Bosch es un especialista en reportajes, con abundantes premios internacionales, pero en Bicicleta, Cullera, Poma se acerca maravillosamente a la ficción en razón a que es un reportaje interpretado, como en un film de ficción.
Los personajes, presididos por un tal Pasqual Maragall, están magníficos, siendo el actor principal un actorazo inmenso que aguanta unos primeros planos que ni Robert De Niro. No es una broma, créanme, efectivamente el reportaje que explica la profunda verdad del afectado y su familia exige de estos una verdadera interpretación, puesto de lo que se trata es de difundir la guerra a muerte que emprenden Maragall, su entorno y su familia y no solo la descripción de una lenta marcha al no ser cerebral. Y eso hay que interpretarlo, puesto que no es historia personal sino futuro colectivo. Maragall hace del reportaje fílmico su libro de memorias combatiendo con todo lo que tiene contra el Alzheimer.
Nunca he sido maragallano o maragallista, como ustedes prefieran. No lo he votado nunca, ni como candidato a Alcalde de Barcelona, ni como candidato a President de la Generalitat. En cambio, le he servido (en el sentido inglés de public service) tanto en el Ayuntamiento, como en la Generalitat. No somos muchos los que reunimos estas condiciones, no ser adictos y haber compartido el servicio al país. Todo y no ser maragalliano, debo reconocer que el personaje es lo que más se ha acercado a un reformador gubernamental de talla de entre los que la memoria reciente me sugiere. Tal vez sólo compartido el puesto con Adolfo Suárez, victima del mismo mal, pero Suárez no tuvo la oportunidad de la lucha y quedó oculto.
Una impresionante secuencia del film delata al personaje: es aquella en la cual, Pasqual Maragall dice al público “ hem fet els jocs, hem fet l’Estatut i ara anem per l’Alzheimer”. Un espléndido resumen de su periplo político, de su aliento personal y de su declaración de guerra.
Sin querer comparar, nuestro Jordi Pujol desaparece de la historia frente a la actuación fílmica de Maragall. Jordi Pujol no se enfrenta a nada, navega, sortea y sobrevive durante 23 años. Eso es impresionante. Pero su legado es, sino nulo, poco hacendoso para sus conciudadanos y para la historia. Es un okupa del poder, con una habilidad enorme para conservarlo. Maragall es otra cosa, como ya he dicho, tiene la esencia del reformador. Ocupa el poder con parecida eficacia a la de Jordi Pujol, pero lo hace al servicio de los cambios que intuye que son necesarios y se arriesga por ellos. Se podrá estar de acuerdo o no con los JJOO (yo, personalmente no lo estuve), lo mismo con la operación de acceso al govern de la Generalitat, ídem de la elaboración del estatut. Pero estarán conmigo, que detrás de todo ello existe algo, un aliento de cambio, una voluntad de transformar el mundo y de asumir el riesgo y el coste de hacerlo.
Finalmente, Pasqual Maragall fue tumbado por ese juego arriesgado en un golpe palaciego novedoso en las democracias, al Presidente triunfante se le da la baja.
La esposa de Maragall, en otra espléndida interpretación en el film, da las claves del asunto, nos dice como en un aparte: “crèiem que era la tensió, l’estrès. L’enorme estrès, el brutal estrès que va tenir en la fase final de la Presidència”. La operación anti Maragall ocultó a los ojos de todos, incluso de los familiares, el surgimiento y los primeros síntomas de la enfermedad.
La esencia reformadora del personaje aparece con fuerza en un momento dulce de su trayectoria. Asumida, dentro de lo que cabe, la enfermedad, lanzada la fundación y con el control personal todavía en parte disponible, Maragall va a Nueva York a buscar financiación, ayuda y contactos para su combate final. Allí coincide un Maragall que recupera la juventud en una visita al antiguo apartamento que cobijó a la joven pareja durante su estancia en la universidad y la elección de Obama como Presidente de los USA. Maragall lo celebra a lo grande con una desinhibición propia del enfermo que es, pero que refleja ese duro carácter reformista: Obama era la nueva luz en la que reflejarse.
Si una critica puede hacerse es la del localismo del significado del personaje, pero eso también pasaría con el gobernador de California si no fuese quien lo es ahora. Maragall está atado a Barcelona y su combate tiene mucho sentido aquí y menos allí.
Pero eso no es, en fin, un verdadero defecto.
En fin, insisto. Véanla.
Lluis Casas
La enfermedad maldita del Alzheimer no es materia ligera de digerir para nadie y si quien lo explica, a través del director Carles Bosch, es un afectado como Pasqual Maragall, menos todavía.
Superen miedos atávicos y vayan a verla. Seguirán al enfermo y a su familia durante un periplo de dos años, durante los cuales la enfermedad empieza a afectar duramente la vida del personaje y de su entorno.
Verán la reacción de un tipo que juega duro y se lanza a una lucha en la que sabe que va a caer, pero de la que se siente triunfante finalmente por que la enfrenta y porque crea las condiciones científicas, técnicas y organizativas para superarla. Después prémiense con una buena cena o una copa bien servida. Tendrán que recuperarse.
Carles Bosch es un especialista en reportajes, con abundantes premios internacionales, pero en Bicicleta, Cullera, Poma se acerca maravillosamente a la ficción en razón a que es un reportaje interpretado, como en un film de ficción.
Los personajes, presididos por un tal Pasqual Maragall, están magníficos, siendo el actor principal un actorazo inmenso que aguanta unos primeros planos que ni Robert De Niro. No es una broma, créanme, efectivamente el reportaje que explica la profunda verdad del afectado y su familia exige de estos una verdadera interpretación, puesto de lo que se trata es de difundir la guerra a muerte que emprenden Maragall, su entorno y su familia y no solo la descripción de una lenta marcha al no ser cerebral. Y eso hay que interpretarlo, puesto que no es historia personal sino futuro colectivo. Maragall hace del reportaje fílmico su libro de memorias combatiendo con todo lo que tiene contra el Alzheimer.
Nunca he sido maragallano o maragallista, como ustedes prefieran. No lo he votado nunca, ni como candidato a Alcalde de Barcelona, ni como candidato a President de la Generalitat. En cambio, le he servido (en el sentido inglés de public service) tanto en el Ayuntamiento, como en la Generalitat. No somos muchos los que reunimos estas condiciones, no ser adictos y haber compartido el servicio al país. Todo y no ser maragalliano, debo reconocer que el personaje es lo que más se ha acercado a un reformador gubernamental de talla de entre los que la memoria reciente me sugiere. Tal vez sólo compartido el puesto con Adolfo Suárez, victima del mismo mal, pero Suárez no tuvo la oportunidad de la lucha y quedó oculto.
Una impresionante secuencia del film delata al personaje: es aquella en la cual, Pasqual Maragall dice al público “ hem fet els jocs, hem fet l’Estatut i ara anem per l’Alzheimer”. Un espléndido resumen de su periplo político, de su aliento personal y de su declaración de guerra.
Sin querer comparar, nuestro Jordi Pujol desaparece de la historia frente a la actuación fílmica de Maragall. Jordi Pujol no se enfrenta a nada, navega, sortea y sobrevive durante 23 años. Eso es impresionante. Pero su legado es, sino nulo, poco hacendoso para sus conciudadanos y para la historia. Es un okupa del poder, con una habilidad enorme para conservarlo. Maragall es otra cosa, como ya he dicho, tiene la esencia del reformador. Ocupa el poder con parecida eficacia a la de Jordi Pujol, pero lo hace al servicio de los cambios que intuye que son necesarios y se arriesga por ellos. Se podrá estar de acuerdo o no con los JJOO (yo, personalmente no lo estuve), lo mismo con la operación de acceso al govern de la Generalitat, ídem de la elaboración del estatut. Pero estarán conmigo, que detrás de todo ello existe algo, un aliento de cambio, una voluntad de transformar el mundo y de asumir el riesgo y el coste de hacerlo.
Finalmente, Pasqual Maragall fue tumbado por ese juego arriesgado en un golpe palaciego novedoso en las democracias, al Presidente triunfante se le da la baja.
La esposa de Maragall, en otra espléndida interpretación en el film, da las claves del asunto, nos dice como en un aparte: “crèiem que era la tensió, l’estrès. L’enorme estrès, el brutal estrès que va tenir en la fase final de la Presidència”. La operación anti Maragall ocultó a los ojos de todos, incluso de los familiares, el surgimiento y los primeros síntomas de la enfermedad.
La esencia reformadora del personaje aparece con fuerza en un momento dulce de su trayectoria. Asumida, dentro de lo que cabe, la enfermedad, lanzada la fundación y con el control personal todavía en parte disponible, Maragall va a Nueva York a buscar financiación, ayuda y contactos para su combate final. Allí coincide un Maragall que recupera la juventud en una visita al antiguo apartamento que cobijó a la joven pareja durante su estancia en la universidad y la elección de Obama como Presidente de los USA. Maragall lo celebra a lo grande con una desinhibición propia del enfermo que es, pero que refleja ese duro carácter reformista: Obama era la nueva luz en la que reflejarse.
Si una critica puede hacerse es la del localismo del significado del personaje, pero eso también pasaría con el gobernador de California si no fuese quien lo es ahora. Maragall está atado a Barcelona y su combate tiene mucho sentido aquí y menos allí.
Pero eso no es, en fin, un verdadero defecto.
En fin, insisto. Véanla.
Lluis Casas