No les voy a dar la lata con los argumentos que ustedes ya conocen, simplemente les recuerdo que este blog (qué término más canino) ya les ha anticipado casi todo lo que ocurre. Solo les voy a señalar que la cosa va mal, poco a poco, pero mal. Terminaremos el año con un incremento del PIB sólo ligeramente por encima de cero. Todo un éxito, dado que cada quince días se produce un ajuste a la baja en la previsión. Parece que el gobierno aplica la táctica de los nazis en la Unión Soviética cuando en el 43 las cosas empezaron a irles mal: avances estratégicos sobre la retaguardia. Es decir retirada a toda prisa. Como ya habrá tiempo de sobra para reírnos de los pitonisos, les encomiendo ahora una táctica sobre el mundo inmobiliario, base del desbarajuste financiero y por extensión de todo lo demás. Es una propuesta de pensamiento libre de acosos financieros.
Veamos si acierto.
En primer lugar los precios inmobiliarios subieron hasta el pasado año a ritmos fuera de la lógica financiera de los posibles compradores reales, es decir: los que buscaban piso para vivir, no para invertir o especular. La cosa se mantuvo por los flujos de inversión y por los tipos de interés bajos. Llegados al límite, cualquier movimiento de duda podía llevar al caos. Así fue y pasó en los USA, fábrica irresponsable de manejos financieros pútreos. Ahora nos encontramos con parados de la construcción en alza, promociones sin vender y compradores retraídos pero con necesidad de obtener vivienda. Es decir, sigue habiendo demanda (solvente o no) y oferta. ¿No se les acude que alguien podría acercar demandantes y oferentes en términos de precio adecuado?
El procedimiento en su versión clásica está en marcha, a través de bancos y entidades financieras, el estado facilitará créditos para que aguanten, si pueden. Eso tiene un coste directo, tipos de interés a los inmobiliarios de oscuros designios y muchas empresas que se irán al agua y cuyos activos harán el conveniente recorrido hacia los buitres que en toda crisis están atentos y a la espera. Después el ciclo puede remontar y volveremos a cabalgar un jamelgo parecido. Mientras tanto los que necesitan vivienda se aguantaran en casa de papi o volcaran todos los recursos disponibles en alguna operación arriesgada de por vida. Algunos, con la suerte de cara, verán aparecer a las administraciones con alguna oferta sensata.
Bien, creo que la descripción es adecuada y refleja con cierta ironía la realidad.
Con alguna imaginación podríamos probar si con acuerdos entre la administración y los inmobiliarios (voluntariamente, claro) en crisis para que sus promociones pasaran de la oferta privada a la pública con un método de venta al precio de coste y con sistemas de financiación a largo plazo, la cosa podría mejorar. Los fondos parece que están disponibles, el Banco de España así lo constata con sus aportaciones a la liquidez. La Seguridad Social respiraría tranquila si los índices de paro volvieran al redil. El IVA y el resto de los impuestos inmobiliarios podrán reemprender caminos relajados, con lo cual el consejero Castells se evitaría reducir los gastos sociales.
La transformación de una promoción privada a pública a un coste razonable haría surgir, de nuevo, una demanda solvente. Dado que la ambición de los promotores hasta en año pasado era estratosférica, la operación promete. Si ustedes descuentan esa ambición del precio final y compensan el coste real material, suelo, obra y demás, tienen un precio más que razonable, más o menos el que es de recibo en la actuación pública.
El sector se mueve de nuevo y las empresas que están pringadas en el ciclo financiero, pero sin ventas, tienen ocasión de recuperar el aliento. Y si es el caso, los restos del naufragio se quedan en casa de todos, el sector público, no en los del BBVA. Eso ha ocurrido así muchas veces, sin que nadie haya sufrido daños aparentes. Hace veinte, la Caixa vendió una enorme cantidad de activos inmobiliarios (pisos) a sus inquilinos a precios ajustadísimos. Todos terminaron contentos. La Caixa hizo caja y se lanzó a por las autopistas, y los nuevos propietarios se sintieron tranquilos y confortados, con hipotecas cómodas con la entidad vendedora. Más ejemplos están ahí, incluso son recientes. Recuerden ese militante izquierdista de Madrid, bendito sea, que pone en el mercado viviendas de primera a precios de coste, su empresa funciona y le va bien. ¿Por que no pensar en grande?
¿O es que no trabajamos para la satisfacción colectiva?
Lluis Casas, de oferta