Aprovecho la
cita del eminente ecónomo del blog a la mencionada señora, tan conocida en
todas partes y tan poco tenida en cuenta a la hora de balancear los objetivos y
los logros políticos, para meter un inciso que, tal vez, les renueve algo el
ánimo.
Digamos que Doña Correlación de Fuerzas (DCF), «la vieja dama», es una compleja
suma algebraica en la que hay sumatorios de distinto signo con potencias
verdaderamente altas y con divisores de peso, a los que también cabe aplicar
potencias o raíces. Por ello el resultado es tan difícil de predecir y depende
más de los factores relevantes que de otros que, a pesar de su valía
conceptual, ejercen de pelotón de infantería y no resuelven casi nunca la
operación. Uno de los relevantes sumandos, ya lo conocen por don Antonio
Gramsci, es la hegemonía ideológica o cultural. Eso pesa mucho, tanto que
cuesta años de acumulación de fuerzas para conseguirla. En cambio, en poco
tiempo puedes perderla incluso de vista.
Todo viene a
cuento puesto que hemos vivido unas décadas de abandono de las atenciones que la
Señora se
merece por las múltiples izquierdas políticas, sociales o culturales. Ese
abandono en pos de poder administrativo, de votos un tanto circunstanciales y
la misérrima perspectiva del corto plazo, ha costado muy caro a las clases
populares e, incluso hoy, a las medias. Caro en todos los sentidos del término,
entre los que incluyo de forma relevante aunque no exclusiva la cartera,
vinculada al trabajo, e incluso el albergue, relacionado con la hipoteca.
El simple
recuerdo de lo que las derechas han hecho en el país por los siglos de los
siglos no ha sido nunca suficiente para modificar, renovar o ampliar los
poderes que da o que quita la mencionada señora que con lo modernos que somos
vamos a llamar a partir de ahora por sus siglas, al más puro estilo anglosajón
(por eso hemos asistido en diversas ocasiones a la formación en negocios de
Esade), o sea: simplemente DCF.
Como no voy a
darles la tabarra con la triste historia del país o de los países de nuestro
lastrado estado semifederal, iré directo al motivo del escrito: Algo se mueve
en la
DCF.
Si alguien (en
realidad la mayoría) pensaban que todo el devenir es mejor y para que
necesitamos, pues, el sentimiento de clase, la organización social, la participación
política, el interés sobre los negocios públicos, la exigencia de la prestación
pública, el equilibrio de rentas, la fiscalidad justamente redistributiva, la
democracia profunda y los bancos honrados (dentro de lo que cabe), puesto que
todo será de color de rosa a pesar de las voces que siempre se muestran
agoreras por simple manía persecutoria.
Pues bien, ahí
está la crisis y con ella la implosión de un pretendido modelo de perfección
social y de dejadez cívica. Lo que iba siempre a mejor ahora va a peor a la
velocidad de la luz y no solo se lleva el salario mensual, sino también el
mencionado albergue, el almuerzo de los niños y la operación de vesícula en un
periodo razonable y sin costes añadidos. Durante unos años, además de perplejos
y paralizados, hemos estado atemorizados por un cada día peor y hasta donde
podemos llegar. Vaya usted a saber y dios nos coja confesados.
Pienso yo que ya
en estos momentos aparecen no brotes verdes, sino rojos en el espacio social.
La dejadez civil y cívica está rompiéndose y surgen y se consolidan líneas de
acción y fuerzas sociales con un ímpetu y una capacidad de convocatoria que no
se refleja, faltaría más, en los medios, precisamente por que empieza a tener
solidez. No se trata solo de plataformas para evitar embargos, o frenar los
recortes sobre la educación o la sanidad, sino que en la inmediata capa bajo la
superficie las personas que forman parte voluntariamente o como afectados
hablan de política, se muestran extraños a la economía tal como es hoy y empiezan
a intuir que hay otro mundo ahí fuera por el que vale la pena mover el culo.
En una sola
población, Badalona, la
PAH moviliza
47 voluntarios y atrae a sus asambleas y a sus acciones a centenares de otras
personas. Y eso de forma semanal. No son solamente aquellos que han perdido o
van a perder la vivienda los que asisten, discuten y ocupan sucursales
bancarias. Hay abogados, economistas, gerentes, bancarios y un largo etcétera
de ciudadanía que se vuelca no simplemente a ayudar al prójimo, sino a combatir
por una sociedad más democrática.
Lo mismo ocurre
en otros ámbitos a los que he visitado, son probablemente sociológicamente
distintos, con formas y lenguajes matizadamente distintos, pero empiezan a ser
muchos y con características de transversalidad social.
En ellos
encontramos sindicalistas que si dejar de serlo se aplican a otras actividades,
así como personal politizado y militante que hace lo mismo. Casi nadie manosea
interesadamente el movimiento (cosa que sería imposible), a riesgo de ser el
hazmerreír de la asamblea.
Eso afecta a
nuestra DCF. Así se empieza para determinar donde terminará instalándose.
Tal vez tenga
una iluminación divina, que erró el tiro sobre Roma, pero a la vista de lo que
llevo apreciado, un magrebí haciendo un cartel con un romaní y un extremeño con
acento catalán, pienso que la dicha DCF se está moviendo. Lo comprobaremos en
unas semanas cuando la ley hipotecaria pase por el congreso de los diputados,
aunque hoy mismo la derechota ya está viendo que el terreno que pisa está
resbaloso y ha empezado con la cantinela centenaria de la violencia y el
enfrentamiento que supone luchar por los derechos democráticos, sociales y
económicos.
Esto se pone
interesante.
Lluís Casas desde una novela negra o de pitos y
serenos que a pesar de todo es lo mismo.