viernes, 8 de febrero de 2013

MARDITO PARNÉ QUE POR TU CURPITA ...


No pretendo aburrirles insistiendo en los miles de tortuosos vericuetos de la corrupción (no tan) generalizada que nos presentan los medios. Hoy mismo, en El País (8 de febrero), aparecen en torno a 15 páginas relacionadas con ello. Al margen del inmenso escándalo existente, hay otras cosas mucho peores y que pasan, voluntariamente, totalmente desapercibidas.

Se ha impuesto que la política, los políticos y los partidos, es decir el 70% de la democracia, son corruptos. No se hacen distinciones entre los que están comprometidos, relacionados, vinculados o presos por esa causa y los que no. Grave falta a la verdad, enorme error mediático en pos de la venta fácil y el populismo mentiroso. Si es cierto que el país necesita una regeneración, no lo es por que todos hayan colaborado en la corrupción y, muy importante, estos forman parte de la solución. Hay que señalarlo y anotar los nombres.

Por otra parte hay varias caras sobre la corrupción. La fácil es la del político pringado. Pero ello supone un mundo privado que tienta,  incita y se aprovecha de la debilidad y la ambición. Luego, hagamos aflorar los nombres de esa segunda parte (tal vez sea la primera parte marxiana) complementaria de la primera. Pero no es así. Los nombres de empresas, empresarios y otros no se citan o solo de pasada y en letra pequeña. Cierto es que Millet y su entorno de influencias son lo que no hay, pero que decir de la empresa que pagaba a sabiendas. La saben ustedes, ¿alguien ha hecho un trabajo periodístico en esa dirección? No les parece que sería muy conveniente concluir que la corrupción forma parte del funcionamiento “normal” de una parte del empresariado español.

Por cierto, un empresariado presidido en sus tres últimas ocasiones por dos no empresarios, simple funcionario de la patronal uno, asistente permanente a consejos de administración otro y por un puro chorizo que está en la cárcel, de momento.

Sigamos por esa senda y hurguemos más a fondo en las relaciones entre dinero (empresa o grandes empresas) y la política. Nadie se llamará a engaño si digo que ciertas fuerzas ideológicas y políticas responden en buena parte a los intereses del gran dinero. Así es desde mucho antes de Nerón y son multitud quienes lo han explicado, denunciado y teorizado. Esos intereses pueden ser legítimos o no, pero en cualquier caso son abundantemente aceptados y servidos en la estructura de la decisión política. Y eso, amigos, es mucho más gordo que la corrupción del 3%.

Me refiero como pueden imaginar a legislar, decretar, hacer normas, definir ámbitos urbanos, etc. para que alguno o algunos se aprovechen de ello con especial preferencia. Es el día a día de parlamentos, plenos municipales y otros muchos órganos de base democrática más discretos y mucho más específicos.

Esto es así y solo el debate abierto, el equilibrio ideológico, social, mediático y político entre los distintos intereses puede ejercer de árbitro y edificar una sociedad con intereses, pero con frenos y marcha atrás. Hoy esto no es así en nuestro país.

Para concretar, que ya es hora, les hablaré de un hecho acaecido hace poco y que ha pasado por delante de nuestras narices sin apenas comentarios que no fueran casi elogiosos.
La banca española (adjetivo muy poco calificativo en el mundo del interés y el dinero) está devolviendo los créditos que el Banco Central Europeo le concedió a tipos de absoluta risa mucho antes de lo previsto. Es decir, un banco que obtiene recursos europeos a menos del 1% de interés y los coloca en deuda pública española al 6%, por ejemplo, con costes de administración totalmente ridículos, devuelve los créditos y deja de ganar el 5% de diferencial de interés. ¡Vaya por dios! Qué cosa más rara.

La explicación mediática y probablemente delicadamente sugerida es que se hace para aumentar el prestigio de la banca, una especie de demostración de lo bien que ya está nuestra banca después de pasar sus pasivos al contribuyente. Una simpleza de explicación donde las haya.

Veámoslo desde otro punto de vista. La economía española, empresas y ciudadanos, necesitan dios y ayuda para obtener un crédito que financie parte de sus inversiones en expansión productiva, el asalto a los mercados exteriores o para montar una empresa o adquirir un piso. Los intereses que se les solicitan, en caso que tengan la inmensa suerte de llegar a este nivel de negociación, no están por debajo de 6-7%, como mínimo. Pero solo muy pocos acceden a este momento mágico en que una entidad financiera se compromete a quedarse con una parte tan significativa de tu negocio o tu sueldo, todo y que ella misma no llega  a pagar un 1% por su riesgo.

Obviamente, no todas las demandas de crédito que llegan a las entidades bancarias son dignas de confianza. Todas no, pero si muchas, que quedan frustradas o frenadas por la falta de fondos suficientes o, mejor, por falta de política bancaria de apoyo. Ello comporta un freno más a la creación de puestos de trabajo, al hipotético crecimiento económico, es decir a los más altos intereses de la nación (en sentido figurado) en estos momentos.

Entonces, ¿Cómo es que ni el gobierno, ni el Banco de España, ni el Parlamento se han ocupado de ello para evitar que esos objetivos fundamentales ahora se vean aún más bloqueados? ¿Qué hay más importante que la ocupación, el crecimiento, etc. que hace que el escaso crédito disponible se devuelva más rápido de lo exigido y se reduzca el estock disponible de crédito?

Probablemente la respuesta es compleja, pero me atrevo a adivinar que la estrategia bancaria y su balance son mucho más importantes que el paro y todo lo demás. Los bancos desinflan su debe y su haber para que sus ratios que son observados detenidamente por hombres y mujeres de negro (no nos olvidemos de al menos dos de ellas), tengan una mejor apariencia.

Ahí me quedo por el momento, seguro que lo dicho podrá complementarse con otras consideraciones. Pero lo relevante es que el interés del dinero (no el interés valorado en porcentaje de coste del crédito) está mucho más allá de lo que el gobierno, el Banco de España y el Parlamento creen que son sus competencias.

Lluís Casas desde el bosón de Higgs