A poco más de una semana del resultado electoral, me permitirán
ustedes que no pontifique sobre el qué y el cómo. Aparte de los escaños, los
votos y las sumas y las restas, así como también dejando fuera la necesidad
infantil de intentar transformar lo malo en bueno y el fracaso en éxito, hay
otras cosas que requieren la atención y pueden ser comentadas ipso facto.
De estas, pues hay variadas opciones, una me interesa mucho en
este momento en que la reflexión aun depende del instante y de la falta de
reposo y meditación. Las reacciones en caliente son siempre interesantes pues
nos hablan del temple y del realismo del político o de la persona afectada por
un resultado no previsto, ni entrevisto.
El President de la Generalitat convocó al pueblo buscando un
referendo amplísimo a sus propuestas que en síntesis eran dos:
La primera y
principal era la que ofrecía cobertura a dos años de gobierno que desmerecían
cualquier cálculo pesimista inicial. La política social, de comunicación, la
prepotencia de la acción gubernativa, el escaso tacto parlamentario y un
larguísimo etcétera respondían más al ancestral estilo de la venganza catalana (véase
“Els almogavars”) sobre una izquierda que se permitió el lujo de presidir el
gobierno siete años seguidos que a una política propia que enfrentase
serenamente y con ponderación las durísimas consecuencias de la crisis. Para
eso puso el President el “dret a decidir” y la “independència”, como valores
principales y banderas de enganche. Nunca sabremos a tenor de los resultados de
ayer si la cosa era puro humo marino para encubrir las fechorías o no.
La segunda era presentar las políticas aplicadas con mano dura y
con un inexistente sentido de la decencia, como las únicas posibles y que
requerían cirugía valiente y poco contemplativa.
Ninguna estrategia funcionó a pesar de las encuestas y las
múltiples manipulaciones que hace meses se permite el gobierno ahora en
funciones. A la vista de los resultados electorales, la única lectura inmediata
que puede concebirse claramente es el rechazo a la unívoca representación del
país que el President en funciones exigió al electorado.
Este no se fió del President, ni de sus planteamientos y le ha
dado un solemne portazo.
A tenor del nuevo Parlamento, las maniobras pueden ser muchas o
pocas, pero si que cabe decir convencidamente que Artur Mas ya no está
legitimado para llevar las riendas del gobierno, a pesar de su victoria
pÍrrica.
Un President que convoca elecciones anticipadas dos años antes,
sin más justificación que
una gran manifestación en Julio, sin cambios parlamentarios, sin que les
encuestas manifestaran convulsiones en el seno del electorado, sin una
alternativa parlamentaria capaz de hacerle sombra, es un President que arriesga
algo que no es suyo en una jugada de dados: todo o nada.
Si Artur Mas piensa que nada debe pagar por ello, cuando ha
convulsionado la política interior de Catalunya, transformado los permanentes
incumplimientos del estado fallido español en asunto de ruptura, encauzado la
marcha política hacia un referéndum justo pero no legal, prometiendo maravillas
económicas con la independencia y haciendo desaparecer casi todo lo que puede
ocurrir realmente, para que el ciudadano no le quede más opción que la suya.
Todo eso no puede quedarse en puro entretenimiento.
Lo lógico, lo sensato políticamente es que Artur Mas abandone su
apuesta por continuar con la Presidencia. Ese es el coste real, justo y
adecuado a jugar, como el lo ha hecho, al todo o nada.
Les recuerdo la novela de Don Manolo Vázquez Montalbán a
propósito de Cesar, hijo del Papa Borgia: Cesar o nada.
Ahora Artur Mas es nada, aunque a el le cueste pensarlo o su
entorno se lo haya impedido. Catalunya entra en situación de crisis permanente,
no solo en la economía, sino en la política.
Los recortes y la ambición personal han acabado con el President
y por mucho que dure, lo hará tal que un muñeco con pilas.
Post scriptum
“En aquellos tiempos mi
padre solía bromear mucho, pero al cabo de dos años, cambió el panorama. Un día
mi padre llegó a casa abatido. Mi madre le miró y supo lo que había pasado.
Había perdido el empleo (...) ahora mi padre lleva tres años parado. Solíamos
creer que algún día volvería a tener trabajo, pero incluso los chicos hemos
renunciado ya a toda esperanza.”
Hanna S. Catorce años,
diciembre de 1932
Citado por Mark Mazower
en la Europa Negra.
Capitulo 4º “La crisis del capitalismo”
Ya se que algunos dirán
que no es elegante empezar con cita ajena de segundas nupcias, pero como pienso que como viene ni que
pintada para nuestras circunstancias, pueden perfectamente hacer una excepción
a su lógica y aceptarla por su capacidad descriptiva.
Como en los treinta,
ahora la crisis del capitalismo hace pasar por caja a quien no tiene todos los
posibles del mundo y en moneda protegida en algún centro de corrupción
monetaria y fiscal.
Como en los treinta, el
problema del capitalismo es el paro y la desmoralización plena de los afectados
por la crueldad del tratamiento, es decir, las falsas soluciones que se aplican
y sus costes derivados.
Como en los treinta, la
democracia se hace migas en razón a la desconfianza y en razón a la acción en
contra de los tecnócratas analfabetos que toman las decisiones y de los
gobernantes sin consistencia, ni estructura moral.
Como en los treinta, el
futuro está en manos de la lucha sindical, social y política, por la
hegemonía de la verdadera democracia y de una sociedad más igualitaria y
justa.
Esa niña de 14 años que
en los treinta retrata la crisis del capitalismo, tal vez con ingenuidad, tal
vez con gran conocimiento de causa, representa a los que hoy y en nuestro país
carecen de lo más elemental en el plano material y de lo imprescindible en el
moral. Trabajo, casa y comida. Esperanza y confianza.
No hace falta mucha
imaginación para elaborar un programa de gobierno, pero si hace falta aquello
que hay que tener para enfrentar el egoísmo del capital.
Lluís Casas trabajando en
emergencias