La confusión no hace más que crecer, primero fue si había o no crisis, después si era gorda o flaca. Posteriormente que los malos se la cargarían. La confusión crece no por que todo sea complicado, si no simplemente por que no utilizamos las herramientas del conocimiento para orientarnos. Si lo hiciéramos no habría confusión posible.
Finalmente estamos ante la evidente realidad, porcentajes de paro enormes, un recorte de prestaciones sociales, una reducción de salarios, una laminación de la inversión pública y todo simplemente para atemperar el déficit público. Podríamos decir que a una política keynesiana de gasto público como impulsora del crecimiento ahora, con los deberes a medias, nos lanzan a una política anti keynesiana. Y ello a la puerta de una cierta recuperación que puede quedar estrangulada por ese “paquete” (expresión de raíz deportiva) de medidas.
¿Es este el problema? ¿El déficit público es el causante de los males? ¿Su reducción o eliminación resolverá los problemas de paro?
No señoras, no señores.
Estamos ante una situación un tanto peculiar, el origen del déficit ha sido la crisis (reducción de los ingresos por la caída de la economía y el incremento del gasto para los parados) y el desguace del sistema fiscal (los ricos han dejado de ser aportadores de ingreso a partir del inconmensurable José María Aznar (eminente economista de la escuela ostrogoda), por lo que ahora tenemos un déficit presupuestario alto relativamente (si lo comparamos con el de otros países está en mejor posición), pero compensado con un nivel de deuda pública sensiblemente baja (menos del 50% del PIB, otros superan el 100%). Eso significa que tendríamos recorrido con ese déficit durante un par de años más, por lo menos, hasta que el impulso del gasto público garantizara una recuperación del consumo y de la creación de empleo y por ello de nuevos ingresos fiscales. La situación exterior que está más decididamente en fase de crecimiento también ayuda en esta coyuntura. Por lo tanto, ahora se trataba simplemente de programar la búsqueda a medio plazo de una nueva estabilidad presupuestaria, basada en el aumento de los ingresos fiscales por el incremento de la actividad y en una revisión del sistema fiscal violado impunemente durante un dos lustros con la errónea (e interesada) visión de que todos viven mejor si los ricos no pagan impuestos. El ajuste público podía pasar por la revisión de los programas y proyectos de actuación con vistas a variaciones en su prioridad y en la obtención de un mayor margen de eficiencia (cosa siempre difícil cuando no hay cuenta de explotación de por medio).
El problema principal no está en las cuentas públicas si no en la deuda privada. La que almacenan empresas, bancos y agentes privados. Producto de decisiones arriesgadas en el ámbito principalmente de la fiebre especulativa de ahora mismo. Ese es el verdadero problema. Por ello resulta tanto más chocante la insistencia sobre salarios, prestaciones sociales y sobre la regulación del mercado de trabajo. Es como aquello de Valladolid y el Pisuerga. Lo cierto es que se están desviando recursos públicos para apoyar las deficiencias financieras del sector privado.
Dejando por entendido que cualquier reforma en cualquier sector se debe valorar y no rechazar de plano, no es lógico hacer lo contrario a lo necesario. Nos dicen que si sopla el viento es a causa del coste del despido. Si llueve es por el coste del despido. Si…cualquier cosa es a causa del coste del despido. Y así ad infinitum.
Estamos viviendo una época en que las transferencias de renta del mundo del trabajo a los sectores que viven del y para el beneficio está siendo de una dimensión inconceptuable. La reducción del peso de los salarios en el PIB es un reflejo de ello, pero no es el único. El incremento especulativo de la vivienda ha operado como un impuesto de los propietarios y financiadores sobre los que tienen que acceder a la vivienda. Han capturado rentas del trabajo durante las próximas dos décadas. Ahora aprietan por el otro lado, por los salarios y las pensiones.
No es una situación confusa, es simplemente la búsqueda de un modelo social y económico basado en los bajos salarios, en la reducción del sector público, en la liberalización de los servicios y en la hegemonía total del capital privado y de tendencia neoliberal. Queda lejos el modelo de estabilidad nórdico, en el cual una fuerte y progresiva fiscalidad genera un potente sector público y unos estabilizadores frente a la coyuntura muy sólidos. Aquí algunos quieren poca sociedad y todos los beneficios.
¿Cómo es posible que Zapatero en el poder comparta ese modelo?
La respuesta a esa pregunta no está en los periódicos.
Lluis Casas, propagandista de la Escuela de Altos Estudios de Parapanda.