jueves, 3 de julio de 2008

CAPITALES INMUNDOS



No creo que deba convencerles de la escasa ética que tiene el capital (nombrado así al desnudo, de acuerdo a las viejas reglas y prácticas del siglo 19) en el momento de administrar dónde, cómo y cuándo hace sus inversiones.

Como sabrán ustedes, existen dos formas de uso del capital: una es la que se somete a la legislación e invierte de forma más o menos transparente en un territorio, asumiendo con mayor o menor entusiasmo las normas fiscales, financieras y laborales del lugar: y otra, aquella que no se somete a nada y a nadie y busca las múltiples vías de una vida independiente de las normas. Ya se ha comentado aquí el turbio asunto de los paraísos fiscales, de los paraísos laborales y de los paraísos a secas, todos ellos terrenales. Paraísos en donde la norma es su propia inexistencia y en todo caso, las que puedan existir lo hacen para garantizar que no las haya y si las hubiere, que no se sepa quien, ni cuanto. También está en esa segunda categoría sin ética esa amplia zoología de capitales de alta especulación, puramente financieros y sin vinculación con lo que algunos llaman la economía real, que obtienen beneficios elevadísimos de inversiones a horas o al minuto buscando márgenes de interés entre los diferentes mercados financieros internacionales. Son (ciber)buscadores de oro entre las distintas franjas horarias del planeta. Otros, del mismo tipo prepotente, se abastecen en mercados de la energía o, ahora de moda, de los productos básicos alimenticios. Bienes seguros en donde los haya. Es decir, buscan la retención de productos estratégicos que por su elevada y garantizada demanda van a tener (o se van a crear) altos precios en un futuro más o menos inmediato. De ahí grandes beneficios privados y graves consecuencias sociales.

Todo eso no es ninguna novedad para nadie, lo cual ya es en si mismo una sorpresa, dado que los gobiernos estatales o supra estatales parecen perplejos cuando los precios se expanden sin más motivo que la acción conjunta de grandes inversiones especulativas, dando por donde les quepa al conjunto de indicadores económicos mundiales. A la sorpresa gubernamental le sigue una declaración de impotencia, como si esos gobiernos no tuvieran múltiples herramientas para limitar los daños. Finalmente todo acaba en un IPC extraviado y en la exigencia de que los salarios deben comportarse moderadamente en épocas difíciles. Una historia muy conocida por tan repetida y que no viene a cuento respecto a lo que se cuece, pero que sirve para el despiste del personal y para la culpabilización sindical.

Todos hemos vivido en diversos momentos históricos la especulación del suelo. El bien más clásico y fácil para proceder a su retención y recualificación, con altísimas rentabilidades inmerecidas. Pero hay muchos más bienes que tienen las mismas o incluso mejores características especulativas. Ahora mismo, un modelo basado en la alimentación garantizada y a precios bajos se va al garete y reaparece el viejo Malthus con sus predicciones llenas de buenas intenciones y de victimas propiciatorias. Nada relevante dado su carácter presbiteriano-episcopal. Ello ocurre en gran parte por ese fenómeno del mercado de futuros, es decir, la compra masiva de productos que todavía no se han plantado siquiera pero que entran en la guerra de precios. Si usted necesita comer paella deberá comprar a una empresa financiera el kilo de arroz al precio que ella diga, pues termina por controlarlos. Es una forma escueta de explicar algo de mucho mayor calado y trayectoria. Creo que queda entendido.

Todas las personas que han tenido una experiencia laboral normal, pueden constatar que esas actividades financieras, tan alejadas de las que se supone que debe tener un sistema bancario y financiero vinculado a la producción y comercialización, son dadas a producir altísimos beneficios para unos y extraordinarios costes para la mayoría. Muchas empresas se ven afectadas en actividades perfectamente legítimas por operaciones que limitan su acceso normal al mercado. Periódicamente insignes empresarios catalanes o de otras nacionalidades visitan las cárceles por aplicar en exceso esos principios especulativos y alardear de yates. Eso en una sociedad medianamente alfabeta exige la acción gubernamental a la escala necesaria, de forma que los beneficios se repartan moderadamente bien y los costes se reduzcan todo lo posible, sobre todo para aquellos que nada tienen que ver con los beneficios.

Para ello las actividades directamente especulativas deben reducirse, controlarse y ser detenidas cuando haga falta. Los instrumentos existen desde Hammurabi y son de todos conocidos. Bien es verdad que deben adaptarse a un mundo rápidamente cambiante, pero su filosofía existencial y las técnicas de base siguen siendo parejas. ¿Quieren saberlas?: sistema fiscal ortodoxo y regulación financiera estricta. Las dos cosas a nivel internacional y estatal. Existen los sistemas fiscales estatales y los acuerdos internacionales al respecto que crean amplios espacios regulados fiscalmente. Lo mismo para los sistemas financieros, bancos nacionales, banco europeo, banco mundial, etc. Todos ellos deben respetar algunas reglas elementales: prudencia, vigilancia sobre los precios y alerta sobre la variación en el crecimiento. Dentro de esos amplísimos conceptos están las variables que ese tipo de capital (el gran especulador), o mejor esa forma de actuación que el capital adopta, utiliza. Todo lo que afecta al nivel de precios debe responder ante los vigilantes del IPC, luego las inversiones especulativas que tiran de los precios sin base en el mercado real están afectadas por esa supervisión. Lo mismo cuando hablamos de la creación de oligopolios que impiden el funcionamiento normal de los mercados. Las medidas podrían ser muy simples: la fiscalidad debe recaer duramente sobre las operaciones a corto plazo (menos de un día, por ejemplo) y sobre los activos considerados estratégicos: energía, alimentos, materiales especiales, etc. Y, en todo caso, cualquier acción financiera des de paraísos fiscales o financieros debe generar sospecha y acción gubernativa. No crean que sea difícil, al contrario. El mercado especulativo enseguida reaccionaria y buscaría otros menesteres menos incómodos para la mayoría. ¿Dónde está todo ese petróleo que ha impulsado a una crisis energética al mundo mundial? En manos de quien ha comprado a 80, acaparando el mercado y lo ofrece a 140. Cambien petróleo por arroz, soja o cualquier otro producto susceptible de una alta demanda inelástica 8es decir que no puede ir a la baja)

¿Por qué no es así? Se preguntaran. Muy sencillo es de responder, por que mandan hoy de forma hegemónica los económicamente fuertes y los los pensantes y cobrantes del liberalismo mundial. Un día están en una empresa financiera y otro en el marco de la regulación.

Aunque ello no ha de impedir que nuestros tíos Solbes tomaran cartas en el asunto. Como mínimo uno se sentiría más reconfortado si pierde una pelea que si no la pelea. Y esa lucha está perfectamente justificada.

O así me lo parece. ¿A ustedes no?

Lluis Casas, especulólogo (The Parpanda’s University)