viernes, 30 de junio de 2006

EL SUBMUNDO INMOBILIARIO


Lluis Casas*


Mi anterior reflexión, publicada en esta benevolente casa digital, expresaba un disgusto político, social y económico, a la vez que una perplejidad racional respecto a la mal llamada burbuja inmobiliaria. Por lo que me dice el promotor de esta acogedora casa digital, el artículo ha despertado interés. De lo cual me alegro por todos. Y con lo que me siento legitimado para continuar con la tabarra.

Este fenómeno inmobiliario, por llamarlo de algún modo poco complaciente, tiene muchas aristas y recovecos. Hoy, brevemente, me referiré a uno de ellos. Tengo para mí, que dispongo de tiempo suficiente para ir diseccionando el monstruo. No creo que la situación cambie en un tris tras por voluntad humana. Mis expectativas están más bien en otro lado: tal vez eso que llaman mercado (y que no lo es) haga algo por todos nosotros. El mercado hace las cosas a ciegas, sin ver, sin voluntad expresa, por lo que es sumamente peligroso y sorprendente. Un terrorista suelto con la pistola cargada y el dedo en el gatillo. Más o menos. Ese algo tendrá un coste elevado, que pagaran los de siempre. Pero tal vez sea útil para el futuro. Podríamos aprender.

Vayamos a ello. El torrente de flujos financieros que genera la vivienda contiene algunas sorpresas. La fiscalidad española dispone de una figura, cedida a las comunidades autónomas des de el año 2002, el impuesto de transmisiones patrimoniales, ITP en la jerga.

Pues bien, dejando a parte explicaciones técnicas que no vienen al caso, este impuesto ha recaudado desde el inicio de la explosión de precios de la vivienda, aproximadamente el período que va desde 1996 al 2006, un total de 18 mil millones de euros, tomando como referencia solamente a Catalunya. Calculen ustedes que Catalunya solo representa en torno al 20% de la estatal. Lo relevante es la evolución: en 1996 se presupuestó 691 millones de euros y en 2006, 3.675 millones. Un ligero incremento del 432% en diez años. Los crecimientos anuales han sido del 19%, 22%, 13%, 15%, 45%, 20%, 23%, y así. Para tener una idea de lo que significa la cifra les diré que el ayuntamiento de Barcelona, 1,6 millones de habitantes, gasta anualmente 1.935 millones de euros, es decir, con la recaudación del ITP se pagarían los gastos de dos municipios equivalentes a 3,2 millones de personas. No está mal.

Una cifra ciertamente significativa la de 18 millones de euros, que se ha utilizado para estabilizar las maltrechas haciendas de los gobiernos autonómicos y, supongo, para pagar algo de la reducción fiscal en otros impuestos más selectivos y en metodologías para mirar a otro lado que se aplican principalmente en la agencia tributaria, en minúsculas.

No crean ustedes que es moco de pavo. Todas las transmisiones lo pagan, si una vivienda se transmite tres veces en un año, tres veces que paga, factura sobre el precio declarado de venta. Toma ya, acumulable. Mejor que el IVA, que es deducible y afecta a la ultima operación. Si los precios, o lo que sea eso, suben, sube también el ingreso fiscal del ITP. Eso significa, más o menos, que este inocente impuesto tiene unas tasas de crecimiento más elevadas que las del propio mercado inmobiliario, sube con los precios y con las nuevas promociones. Es fantástico. Una mina de oro público. Un descubrimiento.

Soy un laico y apasionado creyente en la fiscalidad y en sus beneficios sociales y económicos. Pero en este caso no se trata de eso. La administración pública obtiene por esa vía unos réditos substanciales. ¿Qué interés pude tener en desinflar el globo, si el negocio le va tan bien? Veamos. Una administración honesta e inteligente, yo creo que puede haberla, por la derecha y por la izquierda, haría la siguiente reflexión: Si obtengo pingües beneficios fiscales del incremento del precio de la vivienda y considero que este aumento es inadecuado (ojo, ahí hay una reflexión de mucho calado para nuestro entorno político), utilizaré esos fondos extras en abastecer el mercado regulado: vivienda protegida y en alquiler. De modo que a medida que el negocio crece aporto mayores fondos a desactivarlo. Es fácilmente deducible que el ciclo, por usar un término temporal indefinido, se acortará significativamente y volveremos a la aburrida normalidad del IPC o del tipo de interés más rápidamente. En Catalunya, el gobierno de izquierdas ha lanzado una nueva política de vivienda, inexistente anteriormente, con dotaciones en torno a los 100 millones anuales, es decir, algo menos del 3% de lo que ingresa por el dichoso impuesto. Y ello, vale decirlo, con serias dificultades gubernamentales.
Más de uno se ha jugado la cara por ello.
No está mal. Es sencillo. Es claro. Es elemental. Incluso puede explicarse y entenderse.

Pues va a ser que no.

Los fondos sirven para pagar otras facturas. Y el globo sigue hinchándose. La lona está tensa de coj… ¿Lo entienden? Yo creo que si. Simplemente es cuestión de prioridades, que dirían algunos. Dicho de otra manera: la vivienda no es prioridad política, aunque lo sea socialmente. Una muestra de la sensibilidad de todos.

Habrá más detalles, no lo pongan en duda.

*Lluis Casas (amigo de Metiendo bulla)