viernes, 15 de agosto de 2014

GAZA Y LA SUBLEVACIÓN DEL GHETO DE VARSOVIA

Lluis Casas

Pienso que no hace falta reseñar la distancia entre el exterminio nazi y la política sionista. Lo tengo claro y pienso que los posibles lectores también. Pero una cosa es reconocer esa diferencia y otra no pensar que hay motivos convincentes para afirmar que con o sin esas diferencias estamos ante actos históricos que tienden a semejanzas funestas, todo y no siendo lo mismo.
Un excelente artículo de un poeta y amigo, Carles Camps i Mundó, que circula por la globosfera me ha hecho poner esos pensamientos por escrito. Y también una discusión en torno a los objetivos de una lucha en inferioridad militar y política.
El penúltimo acto de esa saga de enfrentamiento entre quienes estaban en ese rincón mediterráneo y quienes se han comprometido a ocuparlo (re ocuparlo según ellos) por razones muy complejas y contradictorias da un resultado en víctimas humanas demoledor para quienes pretenden mantener oculta una política basada en el exterminio étnico, sea definitivo o simplemente amedrantador.
Para los que en otra época, la colonización forzada de Palestina por la emigración judía, nos pareció una epopeya socialista, la realidad de hoy ha borrado definitivamente los posibles rescoldos de romanticismo juvenil que podían quedarnos.
Visité hace unos años la zona, simplemente como turista curioso. Acerté en hacerlo en un momento que parecía posible un acuerdo duradero y estable entre las dos comunidades. Pese a ello, la presión hebrea sobre el entorno cisjordano (no fui a Gaza) era omnipresente y evidentemente excesiva en unos tiempos tranquilos en los que aparecían a plena vista enormes agujeros entre los límites territoriales y en torno a los mismísimos pasos fronterizos. Veías colas en las garitas de control y largas filas de palestinos cruzando en ambos sentidos el monte a doscientos metros a la vista de todo el mundo.  Me pareció intuir que el sistema de muro berlinés se estaba derrumbando. Craso error.
Otro detalle que me sorprendió y que también parecía un factor de apertura era que la tensión social en las calles de Jerusalén se producía más entre los propios hebreos, los ultra religiosos, disfrutando de una vida totalmente subvencionada y los laicos que aguantaban un estado en riesgo permanente. Me pareció vislumbrar más simpatía entre los laicos de ambas comunidades israelí y palestina, más cercanía humana, de lo que se intuía en el interno de cada comunidad (¿).
Todo eso fue hace tiempo. Los signos y los esfuerzos de algunos por devenir en una zona de acuerdo y tolerancia se esfumaron. Por un lado, los cambios políticos en Israel, la derechización acelerada de sus votantes y el extremismo, teóricamente defensivo de sus gobiernos derivaron en la aparición y refuerzo de una política de represión militar a la romana. Por el otro, el fracaso democratizador, desburocratizador y de implantación de una administración honesta y al servicio de las necesidades materiales de sus ciudadanos abrió la puerta a que los extremistas consiguieran un apoyo indudable en el ámbito palestino. Un escenario totalmente preparado para la explosión continuada.
La violencia que desde entonces hemos contemplado día sí, día también, es tremenda y totalmente desproporcionada incluso para los creyentes en que la guerra es una manera de hacer política y de proporcionar seguridad futura. Estas semanas se ha confirmado el descontrol que el estado israelí mantiene sobre su capacidad bélica, en una improbable creencia que con ella va a ir a alguna parte.
La resistencia actual y en según qué casos la provocación palestina de Hamas puede ser criticada y calificada de absurda desde la distancia, pero no desde la historia. Los mismos judíos hace veinte siglos se rebelaron docenas de veces sin posibilidades de éxito contra el imperio hegemónico. También en Varsovia se produjo lo mismo hace relativamente poco, manteniendo en jaque al ejército nazi durante semanas. Pienso que los palestinos hacen lo mismo, resisten y defienden lo suyo de la manera que pueden. Se puede debatir, pero difícilmente señalar con el dedo o con la AM47.
Bien harían los que tienen capacidad de influir de mirar y ver a largo plazo una zona histórica repleta de conflictos en ejecución o latentes.
Si no todos los conflictos del medio oriente, la mayoría tiene raíces físicas o morales en la expresión actual de la opresión social, económica y política de los palestinos.
Sirva lo dicho simplemente como auto reflexión. No interesa que el consulado judío diga nada, ni que encargue a sus propagandistas respuestas y alusiones al holocausto. También he visitado Auschwitz-Birkenau. No he dejado de lado tampoco el Museo del Holocausto israelí, ni el monumento berlinés al crimen.
Constato simplemente que el memorial palestino está construyéndose con el pueblo y en esas zonas rodeadas de alambrada y sujetas a razias periódicas.

Lluís Casas, francamente triste.