viernes, 24 de mayo de 2013

LA DEUDA ALEMANA


Leo, no se si con aprensión o con cierto regusto de venganza, que Grecia está preparando una reclamación a Alemania por un valor de 162.000 millones de euros (27 billones de Pts. para quien sea tan duro de mollera con los euros grandes como yo), de momento sin intereses, en razón a los costes que la invasión nazi en la II guerra mundial produjo al país. Simplemente con añadir los intereses que esa deuda habría devengado en los 68 años pasados desde el final de la guerra, la cifra podría cubrir más que ampliamente  la suma de los rescates que la Gracia actual ha recibido.

Podríamos encontrarnos conque estamos ante una nueva versión del cuento de la lechera, sin duda alguna, pero a pesar de ello el asunto pone sobre el tapete algunas cosas que se están olvidando en esta crisis tan mal gestionada. Por decirlo educadamente y casi a la inglesa.

En primer lugar el hecho fundacional de la UE: No más conflictos bélicos en Europa, substituyamos los enfrentamientos por la colaboración. Ese es el fundamento de la UE: colaboración.

En segundo lugar, el tratamiento benigno sobre el enemigo vencido que los aliados occidentales aplicaron a Alemania y al resto de la Europa occidental rota (con la excepción, claro está, de España): el plan Marshall como ejemplo no único, pero si principal en cuanto a la economía. También podría haberse producido la desmembración radical de Alemania y su desaparición histórica. Motivos habían para ello (tres conflictos a escala europea o mundial en menos de un siglo provocados por unas ansias de hegemonía alemanas muy mal controladas tanto por los mismos alemanes, como por sus adversarios tradicionales) y la idea  práctica de ello existió. También pudo producirse un nuevo tratado de Versalles como en 1919 y arreando hacia una nueva crisis venidera.

En tercer lugar, Grecia no es el único país que podría reclamar algo más que calderilla o monumentos por causas similares a su argumento, España también, los antiguos componentes de Yugoslavia lo mismo y eso solo citando solamente aquellos países que hoy están en una situación crítica por muchas y diferentes causas, pero no por que tengan tendencia al compadreo, a la deuda impagada, al trabajo relajado y a vivir del cuento como se está haciendo entender a los alemanes. Eso concuerda con cierta ideología racial que fue precisamente la causante de una docena de holocaustos por valor de 60 millones de muertos (con perdón he añadido ahí las estadísticas japonesas). Cifra que soy incapaz de traducir a euros contantes y sonantes por dos motivos, no se dar un valor monetario a la vida y, además no me da la gana de reducir el humo de los crematorios de Auschwitz y el exterminio soviético a euros.

Desde mi punto de vista, la defensa acérrima de su sistema bancario y su regusto por reducir los problemas del Sur a ciertas tendencias de los viva la virgen, son causa de una crisis mucho peor que la económica (que ya es decir), una crisis de hegemonía y de dominio. Los ejemplos de la actitud alemana imponiendo casi de forma exclusiva sus criterios y su visión del mundo devuelven la memoria a esas tres ocasiones anteriores en donde jugaron el mismo juego, pero armados.

No es que no debamos reformar, rehacer, reconstruir, etc. sino que lo debemos hacer en colaboración y con el reparto adecuado de responsabilidades: No hace mucho, Alemania provocó una crisis en la UE por imponer sus intereses desplazando burbujas financieras al Sur. Si ese es una buena parte del origen de lo de ahora no queda exenta Alemania de costes propios y de la debida colaboración. Incluida una política de respeto humano hacia la Europa mediterránea.

Viene a cuento una anécdota relevante del asunto. En un encuentro de alto nivel entre franceses y alemanes de hace una década, un ministro francés dijo muy seriamente que había que tratar de la bomba atómica alemana. Los representantes alemanes quedaron sorprendidos y alegaron que no disponían de tal arma de destrucción masiva. El francés, muy puesto, les replicó que no estaban al caso, su bomba atómica existía, vaya si existía, y se llamaba marco alemán.

Todos los pueblos, gobiernos, etc. tienen su propia inquisición a la vuelta de la esquina. La llamada Suiza, centro de especulación financiera y protagonista de una limpieza callejera ejemplar, constituyó durante esos años negros del dominio9 nazi un centro de atracción para judíos y otros como palanca de salvación. Esos suizos (con las excepciones que haya que poner) devolvían al personal hacia la frontera en donde las SS o la GESTAPO los estaba esperando. Fueron excluidos de este tratamiento aquellos refugiados  que llegaban con bolsillos repletos o con listas de cuentas en la misma Suiza o en cualquier otro lugar accesible a los bancos helvéticos. No son cifras pequeñas las de las personas que se vieron primero envueltas en un retorno obligado y después en una cómoda estancia en un campo de exterminio.

Otro más en Suecia, de la cual poco a poco empezamos a conocer un oscuro pasado de fascismo, no de simple coqueteo, sino de adhesión franca que duró casi tanto o más que el tercer Reich. Las novelas que nos llegan ahora de ese norte, impúdicamente blanqueado, nos señalan los robustos árboles ideológicos que abrazaron gobiernos y una parte de los suecos.

Dejo lo aquí por no hacerme el pesado, pero a la lista habría que añadir muchos más países que hoy se pasean con la frente muy alta y desvían la mirada frente a la tez soleada de los mediterráneos.

¿No sería más simple continuar con la idea fundacional europea?

Lluís Casas, pateándose Europa