jueves, 13 de abril de 2017

Los tres paquistaníes

RELATOS DE BADALONA (4)


Lluis Casas 




Les dejé al final de la primera entrega con la alegría de los pisos nuevos, de las comisiones a espuertas y de un futuro inimaginable para todos los agentes de la historia.

La constatación de que el futuro es inimaginable rara vez frena a las personas, a las entidades y demás órganos sociales de tomar decisiones arriesgadas y muy probablemente equivocadas. No hay más que leer la prensa para confeccionar una lista de errores y de victimas de ello lo suficientemente larga para ser precavidos…a posteriori.

A nuestros conciudadanos UNO, DOS y TRES les va a ocurrir lo mismo. La especulación inmobiliaria y su socia ineludible la marrullería financiera dieron al traste con les expectativas vitales de las tres familias paquistaníes, junto a muchas más de todos los patronímicos.

UNO perdió sus diversos trabajos y quedó a expensas de trapicheos múltiples difíciles de calificar. Dos vio reducir su facturación diaria, a pesar de su permanencia absoluta a pie del cañón de su comercio. TRES se vio en la necesidad de pasar del trabajo completo a la chapuza y el remiendo a precio de coste.
El que más rápidamente se encontró en la indigencia fue DOS, puesto que además de la hipoteca tenía una deuda considerable con una entidad informal de crédito, cuya característica principal era la poca paciencia y la falta de maneras. De la noche a la mañana, el estoc almacenado en la trastienda desapareció en pago a unos intereses de casi tres dígitos. DOS cerró el comercio ya sin nada que vender.
Alertado por lo sucedido, DOS se dirigió al agradable director de sucursal de la Caixa del Principat para ver de amañar de alguna manera su inminente falta de pago hipotecario. Su idea era que el agradable director de la sucursal de la Caixa del Principat le allanaría benévolamente un camino paralelo a los rigores hipotecarios en espera de una remontada económica, que obviamente no tardaría en llegar. Su sorpresa fue mayúscula al observar el cambio en las maneras del agradable director. Solo con verle ya advirtió que la gestión no iría por muy buen camino.

Mala cara, agresividad, amenazas, dudas respecto a su honorabilidad. Hubo de todo lo malo un poco o un poco más. La conclusión fue clarísima: si no pagaba, perdería la vivienda y con ello arrastraría a UNO y a TRES en su caída. Además, la pérdida de la vivienda en instancia judicial le dejaría un regalo complementario en forma de deuda pendiente y de costes judiciales que lo inhabilitaría como agente económico estándar.
A ello, el mudado en desagradable director de la Caixa del Principat añadió como única posibilidad al margen de la guerra total, ofrecía la firma de un nuevo crédito que cubriese la deuda acumulada, con la inclusión por un modesto interés de una carencia de un año.

DOS se veía no solo en la indigencia, sino en la calle con lo puesto. Por lo que firmó lo propuesto, liándose la manta a la cabeza y cayendo en un futuro incremento de la deuda de no te menees.

Con la carencia escondió su situación inmobiliaria a la familia y a su entorno, incluidos UNO y TRES y se lanzó en pos de ingresos haciendo cualquier cosa que se presentara, tanto si era el caso, como si no. Imaginen.
Podemos decir que tanto UNO como TRES pasaron por el mismo trance en la sucursal de la Caixa del Principat. Los dos lo hicieron en un plazo de pocos meses a medida que los ahorros disponibles desaparecían del todo y los ingresos alternativos menguaban de semana en semana.

El asunto afectó de mala manera al que antaño había sido un agradable director de sucursal de la Caixa del Principat, puesto que además de los tres paquistanies, otros clientes de las etnias más diversas, pero sobretodo los nativos badaloneses fueron en procesión a ver que se podía hacer con lo de cada uno.
La bronca que el preocupado director se ganó en las oficinas centrales de la Caixa del Principat fue de órdago y el señalamiento de que redujese rápidamente los fallidos el objetivo de su propia salvación.

Me abstengo de relatar los dieciocho meses posteriores, pueden ustedes imaginarlos sin mayor problema si se ponen simplemente pesimistas. Las familias de UNO, DOS y TRES se empecinaron en hacer de la capa un sayo en trabajos de todo tipo, a cualquier hora y para todas las edades. Incluidas las procesiones a los servicios sociales del Municipio, a Caritas, a la Cruz Roja, al comedor gratuito y a todos los conciudadanos que se ponían a tiro. La posible huida a Dacca, como solución definitiva no se contemplaba por motivos obvios y comprensibles: la sanidad, la educación y el entorno de sus hijos hacían poco atractiva la vuelta a los orígenes. Había que aguantar como se pudiera.

Finalmente, vencido el tiempo de prórroga financiera, la Caixa del Principat a la vista del insistente impago los citó en los juzgados en el inicio del procedimiento para subastar la vivienda y lanzarlos en términos jurídicos a la calle. El procedimiento incluía de hecho a los avalistas, como hipotética solución a cada uno de los casos, lo que definía la situación como un enorme globo hinchado a punto de explosión. El otro hora amable director de la sucursal de la Caixa del Principat contaba que los casos de subasta y lanzamiento son individuales y el Juez al cargo no llegaría a averiguar el sorprendente juego de avalistas con que llenó el juzgado. El notario, sujeto a peores consecuencias si había lugar a revisar expedientes, ni se enteró, ocupado como estaba cubriendo agujeros con bodas y bautizos.

La casualidad llevó a UNO, a través de sus amistades, al local de la PAH de Badalona, convirtiéndolo en el caso 1001 de la larguísima lista de afectados dispuestos a buscar alguna solución, si era posible encontrarla. En cuanto UNO se implicó en el asunto reclamó la presencia de DOS y TRES dada su compacta deuda inmobiliaria y la comunidad de intereses creada.

Volveré a saltarme unos meses en los que entre la PAH de Badalona y la Caixa del Principat se estableció sobre el caso llamado de los “tres paquistanies” y otros muchos una dialéctica compleja y preñada de amenazas y reencuentros.

Finalmente, sin llegar a los juzgados, se acordó el fin del negocio: los tres paquistanies entregaban sus viviendas a la Caixa del Principat y se comprometían a pagar una asequible cuota mixta que englobaba el alquiler de la vivienda (por tres años) y un resto de la deuda (por veinte años). Las familias permanecían en casa, de momento, a la espera de recuperar cierta estabilidad económica. Perdían el estatus de propietarios y la posibilidad del beneficio del 20% prometido per el simpático API. La Caixa del Principat anotó pérdidas elevadas, aunque estocó viviendas sobre las que no sabía qué hacer. En conjunto la operación de los "tres paquistaníes" fue tratada con la delicadeza pertinente para evitar que la contabilidad tradujera al Banco de España la asombrosa verdad. Lo cierto es que para el Banco de España, como se ha visto después tanto daba la verdad como las coliflores.

El API, hay que explicarlo, tuvo que cerrar por falta de contratos (me dicen que está intentando renovar el negocio). El director de la sucursal fue trasladado al desierto del Gobi, como avanzadilla para casi toda la plantilla de la Caixa del Principat, esta fue adquirida por un coste exorbitante por el gobierno y vendida posteriormente por cuatro cuartos a otra entidad financiera. El notario vio reducida su frenética actividad hasta que el gobierno le otorgó poderes sobre materias nuevas y oportunas.

Un fin de fiesta de lo más edificante.


Lluís Casas, antropólogo por segunda vez