Lo que les quiero contar es directamente ajeno a las elecciones propiamente dichas, aunque tenga mucho que ver con ellas y con una generación de personas muy concretas que han estado en el poder a diversos niveles y que por motivos de edad llegan en estas fechas a las diversas fases de la jubilación. Lo que sigue no es una crítica, como verán. En general afecta a personas que estimo.
El sábado asistí a los actos funerarios en honor de una vieja conocida, economista y compañera de trabajo en el ayuntamiento de Barcelona. Una persona querida y apreciada por muchos y excelente profesional. Fallecida prematuramente pero ya con una edad que la proyectaba más hacia el pasado. La triste ceremonia fue, desde mi punto de vista, una premonición del día siguiente (las elecciones) y se convirtió para mí en la representación de una especie de ceremonia funeraria colectiva de una generación. Les cuento.
Son profesionales, académicos, altos funcionarios, expertos en materias sociales, económicas, estadísticas y un largo etcétera.
La mayoría hijos del mayo del 68, del sindicato democrático, de l’Assemblea de Catalunya, en fin de los distintos niveles de la lucha anti franquista. En su mayor parte vivieron la clandestinidad y militaron en partidos o grupos de la oposición al franquismo. Todos comparten universidad, catalanidad y diversos niveles de socialismo. Fueron del PSUC y del anticipo del PSC (y de otros para ser justos), pasaron muchos de uno a otro. Se conocían, se casaron entre ellos y han vivido carreras profesionales y vitales cercanas y parecidas.
Si bien la mayoría no alcanzaron cargos de primera línea, en cambio eran llamados a protagonizar el gobierno técnico de la izquierda en Catalunya y a sentar las bases de una administración moderna, democrática y altamente cualificada, una vez alcanzadas las libertades. Pero no fue así.
La hegemonía política y social de CIU los alejó del gobierno de Catalunya y los recluyó bien en el Ayuntamiento, bien en los organismos metropolitanos, bien en la Diputación, bien en la universidad. O en una combinación de todos ellos. Su aliento llegó en algunos casos a Madrid, de la larga mano del Estado. Pero la mayoría quedó alejada definitivamente de lo que hubieran debido ser y nunca fueron. Los juegos Olímpicos y para unos pocos la presidencia de Maragall fueron su punto álgido y su último refugio. La administración de la Generalitat quedó en manos mucho menos adecuadas.
La destrucción del PSUC y su posterior refugio en el PSC o en sus aledaños ideológicos, organizativos o de gobierno no rebasó, en general, los niveles más discretos. Los hilos que movían la política ya habían pasado a otros grupos humanos. Se quedaron en niveles de segundo orden y cada vez más circunscritos al espacio puramente profesional o cultural. Son buenos economistas o historiadores. En algunos casos excelentes interventores o asesores estadísticos. Excelentes personas. Amigos para siempre.
Volviendo al acto de despedida, me sorprendió que la ceremonia consistiera en unos recuerdos puramente amistosos y enormemente domésticos. Ningún recuerdo de la juventud en lucha, ningún recuerdo de la larga infancia y adolescencia en el paraíso de Franco. Nada de política. El recuerdo borrado. Reset total.
La persona que despedíamos no era probablemente lo que en el argot más duro sería una luchadora, pero si estuvo en esa lucha y tenía sus experiencias y anécdotas que la marcaban y la definían un tanto. Si sus amigos más cercanos solo recordaron canciones y recetas, tal vez fuera porque ya no hablaban de lo que quisieron ser y no fueron.
Me pregunto que tipo de olvido es ese. No se trata de personas inconsecuentes o poco formadas. Al contrario, la mayoría corresponde a quien posee una amplia cultura y una fuerte componente cívica. La edad tampoco es excusa para ese olvido, ni el éxito en otros mundos terrenales, puesto que la inmensa mayoría ha permanecido en el tejido profesional en que inició su andadura o en sus cercanías. Pienso yo que la “normalidad democrática” vivida y, probablemente, la frustración intima por esa laguna curricular que les anticipaba al comienzo, son los elementos para explicar la deriva hacia el mundo personal y al círculo intimo.
Si bien ni por edad, ni por cercanía política nunca llegué a formar parte completamente de esa generación (aunque me acerco mucho, no crean), si he vivido con ellos mucho tiempo y ese día me invadió una enorme nostalgia.
Lluis Casas con el enemigo a las puertas, la vejez.
El sábado asistí a los actos funerarios en honor de una vieja conocida, economista y compañera de trabajo en el ayuntamiento de Barcelona. Una persona querida y apreciada por muchos y excelente profesional. Fallecida prematuramente pero ya con una edad que la proyectaba más hacia el pasado. La triste ceremonia fue, desde mi punto de vista, una premonición del día siguiente (las elecciones) y se convirtió para mí en la representación de una especie de ceremonia funeraria colectiva de una generación. Les cuento.
Son profesionales, académicos, altos funcionarios, expertos en materias sociales, económicas, estadísticas y un largo etcétera.
La mayoría hijos del mayo del 68, del sindicato democrático, de l’Assemblea de Catalunya, en fin de los distintos niveles de la lucha anti franquista. En su mayor parte vivieron la clandestinidad y militaron en partidos o grupos de la oposición al franquismo. Todos comparten universidad, catalanidad y diversos niveles de socialismo. Fueron del PSUC y del anticipo del PSC (y de otros para ser justos), pasaron muchos de uno a otro. Se conocían, se casaron entre ellos y han vivido carreras profesionales y vitales cercanas y parecidas.
Si bien la mayoría no alcanzaron cargos de primera línea, en cambio eran llamados a protagonizar el gobierno técnico de la izquierda en Catalunya y a sentar las bases de una administración moderna, democrática y altamente cualificada, una vez alcanzadas las libertades. Pero no fue así.
La hegemonía política y social de CIU los alejó del gobierno de Catalunya y los recluyó bien en el Ayuntamiento, bien en los organismos metropolitanos, bien en la Diputación, bien en la universidad. O en una combinación de todos ellos. Su aliento llegó en algunos casos a Madrid, de la larga mano del Estado. Pero la mayoría quedó alejada definitivamente de lo que hubieran debido ser y nunca fueron. Los juegos Olímpicos y para unos pocos la presidencia de Maragall fueron su punto álgido y su último refugio. La administración de la Generalitat quedó en manos mucho menos adecuadas.
La destrucción del PSUC y su posterior refugio en el PSC o en sus aledaños ideológicos, organizativos o de gobierno no rebasó, en general, los niveles más discretos. Los hilos que movían la política ya habían pasado a otros grupos humanos. Se quedaron en niveles de segundo orden y cada vez más circunscritos al espacio puramente profesional o cultural. Son buenos economistas o historiadores. En algunos casos excelentes interventores o asesores estadísticos. Excelentes personas. Amigos para siempre.
Volviendo al acto de despedida, me sorprendió que la ceremonia consistiera en unos recuerdos puramente amistosos y enormemente domésticos. Ningún recuerdo de la juventud en lucha, ningún recuerdo de la larga infancia y adolescencia en el paraíso de Franco. Nada de política. El recuerdo borrado. Reset total.
La persona que despedíamos no era probablemente lo que en el argot más duro sería una luchadora, pero si estuvo en esa lucha y tenía sus experiencias y anécdotas que la marcaban y la definían un tanto. Si sus amigos más cercanos solo recordaron canciones y recetas, tal vez fuera porque ya no hablaban de lo que quisieron ser y no fueron.
Me pregunto que tipo de olvido es ese. No se trata de personas inconsecuentes o poco formadas. Al contrario, la mayoría corresponde a quien posee una amplia cultura y una fuerte componente cívica. La edad tampoco es excusa para ese olvido, ni el éxito en otros mundos terrenales, puesto que la inmensa mayoría ha permanecido en el tejido profesional en que inició su andadura o en sus cercanías. Pienso yo que la “normalidad democrática” vivida y, probablemente, la frustración intima por esa laguna curricular que les anticipaba al comienzo, son los elementos para explicar la deriva hacia el mundo personal y al círculo intimo.
Si bien ni por edad, ni por cercanía política nunca llegué a formar parte completamente de esa generación (aunque me acerco mucho, no crean), si he vivido con ellos mucho tiempo y ese día me invadió una enorme nostalgia.
Lluis Casas con el enemigo a las puertas, la vejez.